Me choca ser hombre

A ver. Antes de que digan algo, esto es otro cuento para la escuela. Es un cuento irónico, es decir, no quiere expresar lo que dice literalmente. Las opiniones expresadas aquí no reflejan las del autor (yo) y buscan, más que nada, la risa y la reflexión del lector. Habiendo dicho eso, pueden leer.



“Me choca ser hombre. Es que neta, las mujeres no se dan cuenta porque a ellas no les pasa pero la tenemos muy difícil, mano. Osea fíjate, tenemos que echarle un buen de ganas para estar super fuertes, así, todos tronados y para ser inteligentes para gustarle a las niñas y nunca se fijan en nuestra personalidad, sólo en el cuerpo. Ninguna niña sale con un gordito o con alguien medio feo o con un ñoño que no sea deportivo. Podemos tener la mejor personalidad del mundo y estar guapos, pero si no jugamos fut o si no nos vestimos como a ellas les gusta, olvídate.

Osea, las mujeres no saben la presión que tenemos de invitar una niña a salir o aunque sea a bailar y luego una vez que lo logramos tenemos que caminar en puntillas: tenemos que mostrar iniciativa pero no le podemos pedir demasiado y luego, siempre somos nosotros los que tenemos que proponer matrimonio y los anillos no son gratuitos, ¿eh? Y luego vienen los pagos. Siempre somos los hombres los que tenemos que trabajar y pagar todo y no podemos pasar tiempo con los niños pero sí tenemos toda la presión de pagar la renta, la colegiatura, los impuestos, el seguro médico, el coche… Tenemos muchísima presión para estudiar una buena carrera, para conseguir una buena chamba para ganar mucha lana y poder mantener a la familia porque esa es la única ruta de la vida: casarse y tener hijos.

Y ay de nosotros si mostramos cualquier debilidad o si expresamos el menor sentimiento porque entonces somos llorones. Y chécate esta: una niña que en una fiesta que no se da a ninguno, es una santa pero un cuate que no se da a ninguna, es un tetaso o también puede que sea gay, ¿no? También es válido. Y por supuesto, sólo nos pueden gustar los deportes, los superhéroes, la música electrónica o el rap; sólo podemos tocar la guitarra o la batería; no podemos bailar bien porque, de nuevo, seríamos demasiado femeniles. No podemos rajarnos ni rechazar un shot; no podemos decir que no queremos salir; no podemos decir que no queremos fumar; no podemos aceptar que no estamos listos para coger, ¿sabes por qué? porque seríamos cobardes llorones.

En una cita, no nos podemos espantar con la película de terror; siempre tenemos que invitar la comida o el cine o el café; cuando hace frío, tenemos que darles nuestra chamarra; tenemos que abrirles las puertas y dejarlas pasar primero y siempre tenemos que ser nosotros los que manejamos.

Entre cuates es peor: el que no dice groserías, el que no se pelea con sus papás, el que no toma, el que no fuma, el que no ve fotos de mujeres desnudas o semidesnudas en el teléfono, el que no tiene novias, el que no se ha dado su primer beso, el que no se sabe pelear, al que no le gusta tanto ir al antro, al que le da miedo algo, ese, ese no es del todo hombre. Pero una mujer con todo eso y más, no tiene ningún problema.

En fin, no es que no me guste ser hombre en el sentido en el que me cambiaría de sexo porque pues, ya en el siglo XXI, esas cosas ya no están tan mal vistas, ¿verdad? pero no, a lo que me refiero, es que ser hombre, tiene muchas desventajas, hay muchos problemas de discriminación sexual que hemos creado nosotros como sociedad y siento que las mujeres no se dan cuenta y eso me da mucho coraje, ¿sabes?”

“¿Ya acabó, señor?”

“Pues sí, ¿usted qué opina?

“Mire señor, a mí sólo me pagan para tratar de convencerlo de que tome alguno de nuestros planes de tarjetas de crédito, sólo preguntamos cómo están nuestros clientes por pura formalidad, no para que nos cuenten sus problemas, y ahora yo llevo diez minutos en el teléfono con el mismo cliente y no sé ni siquiera su nombre, así que me ayudaría mucho si contratara algunos de los planes de mi banco y…

“Osea, le acabo de contar todos mis problemas, le abrí mi alma y mi corazón, y ¿a usted lo único que le importa es si abro una cuenta con ustedes o no?”

“Pues, la verdad es que sí, señor, ese era el propósito de la llamada, para eso me pagan, y necesito que me paguen para mantener a la familia como usted dice, hay mucha presión. Si quiere alguien que escuche sus problemas, vaya al psicólogo. Yo lo que le ofrezco es una tarjeta de crédito”

“Uy señor, pues le tengo una mala: soy menor de edad, no puedo tener una tarjeta de crédito. Adiós.”

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