Un cuento sin nombre

Qué Pachuca por Toluca, chavos, ¿cómo están? Les comparto otro cuento que escribí para la escuela, no sé cómo ponerle de título, así que si me pudieran echar una mano con eso, estaría de pelos. Ahí les va:
Por qué los perros caminan en círculos antes de tumbarse?

Don Miguel venía todos los días para llevar a Lucas a pasear y los lunes cortaba el pasto, bueno, se encargaba del jardín en general pero sobre todo, llevaba a Lucas al parque de aquí a la vuelta de la esquina. Nunca platiqué mucho con él, pero cuando llegaba los lunes de la escuela, cansado de las clases, Don Miguel me recibía a la puerta de la casa, siempre con una sonrisa, siempre con las mismas tijeras, siempre cortando el mismo arbusto. Era ya costumbre, bajarme del camión, estrechar su mano llena de tierra mientras que detenía las tijeras entre su brazo izquierdo y su cuerpo y me decía buenas tardes joven, qué tal está? y yo le contestaba pues bien Don Miguel, un poco cansado pero bien. Él decía así es, hay que chingarle, a chingarle pues y yo contestaba Pues sí, ya no lo entretengo que está ocupado y se despedía con el mismo sale pues jóven, que le vaya bien. Ese pequeño intercambio, me daba una pequeña felicidad. Era de esas cosas que me alegraban tantito el día por más insignificante o breve que fuera ese encuentro. A veces me daba ternura, a veces me daba gusto el hecho de tener una familia privilegiada porque gracias a eso, podíamos tener un jardinero y gracias a eso, yo conocía a Don Miguel y Don Miguel tenía chamba. Un día que andaba de filosófico, pensé que yo era un niño muy privilegiado pero que el verdadero privilegio era conocer a Don Miguel. Al día siguiente me puse a pensar que, pues en realidad, el hecho de que fuera amable conmigo, no aseguraba que Don Miguel fuera una buena persona y al día siguiente llegué a la conclusión de que yo no debería juzgar a un hombre con un trabajo honesto y de que era mejor ver lo mejor en ese hombre. Otros días Don Miguel me daba ternura porque ya era más mayor y otros, esa ternura se convertía en admiración ya que, a pesar de su edad, el señor seguía trabajando todos los días, llevando un gran danés al parque. 

Un día no vino y nos preocupamos mucho porque la única vez que Don Miguel había faltado al trabajo fue cuando se casó su hija pero para eso nos había avisado con cinco meses de anticipación y nos recordaba todos los días. Don Miguel tenía teléfono así que nos podía avisar si algo pasaba pero nada nunca había pasado. Pasó otro día y tampoco vino. Al tercer día, por fin nos habló, dijo que lo habían asaltado y lo golpearon muy fuerte porque no tenía mucho dinero, se había roto varios huesos pero iba a poder volver a trabajar como jardinero. Estaba en el hospital pero su hija lo iba a ayudar e iba a regresar cuando saliera. Nos pidió que cuidáramos bien al Lucas y que lo llevaramos al parque. Yo estaba en shock porque este tipo de cosas nunca le habían pasado a alguien cercano a mí. 

Pasaron los días, nadie llevó al Lucas a pasear y empezó a ladrar como loco, hasta que un día decidí llevarlo. Nunca lo había visto tan emocionado. Cuando salí al jardín, casi me tumba de un brinco y consideré no llevarlo hasta que se calmara pero cambié de opinión. Me sorprendió lo mucho que Lucas jalaba la correa y la fuerza necesaria para mantenerlo junto a mí. No me hacía caso. Cuando por fin llegamos al parque, lo solté y se fue a jugar con los otros perros que había ahí. Unos señores saludaron a Lucas como si fuera un amigo que no veían desde hace mucho. Los dueños de los otros perros parecían estar esperando a alguien más y yo vi que Lucas trataba de procrear con una golden retriever, le empecé a gritar que se bajara pero no me hacía caso. Una señora que traía un shih-tzu lo agarró por atrás y lo quitó de encima de la golden. Le di las gracias, sorprendido por la familiaridad con la que agarró a Lucas. Se produjo el siguiente diálogo:

“No te preocupes, ese Lucas es un loquillo pero es bien lindo. ¿es tuya la golden?”

“No, yo soy dueño del Lucas”

“Ah no me digas. ¿Ora no lo trae Don Miguel?”

“¿Conoces a Don Miguel?”

“Sí, cómo no, venía diario con el Lucas y platicabamos muy agusto y luego jugaba fútbol con los perros.”

“¿Neta? ¿Don Miguel? ¿El señor bigotudo y canoso?”

“Ese merengues. ¿Qué le pasó, por cierto?”

Para entonces ya se habían juntado más dueños de perros. Ya nadie parecía estar esperando a nadie a pesar de que no hubiera llegado nadie. Sentía varios ojos en mí.

“A Don Miguel lo asaltaron, está en el hospital.”

Quedaba claro que casi todos los presentes conocían y querían a Don Miguel por sus caras de preocupación. La señora del shih-tzu me siguió interrogando.

“¿Y está bien? ¿Va a volver?

“Pues va a salir del hospital y va a volver, pero quedó muy mal.”

“No me digas, ¡ay pobrecito!.”

El Lucas volvió a montar a la golden, haciendo caso omiso a mis gritos. Vi a un par de señores que me veían con esa cara a la que estoy acostumbrado de los adultos de asombro ante mi incompetencia. 

En un momento supe que a Don Miguel no le costaba ningún trabajo lidiar con el Lucas, que a él, Lucas sí le hacía caso y con él, Lucas sí se portaba bien. Supe que ni yo, ni mis papás ni mis hermanos éramos los dueños del Lucas. Y cuando volví a salir con Lucas los días siguientes y vi lo triste que estaba, lo decepcionado que se veía cuando se daba cuenta de que el que había abierto la puerta no era más que yo, supe que su verdadero dueño era Don Miguel. Pues ni modo, iba a hacer que ese perro me amara y me respetara tanto como a Don Miguel. No lo logré, y para cuando llegó Don Miguel, que se veía bastante amolado pero con ganas de trabajar y de jugar con el Lucas, yo ya no podía esperar por que alguien más se llevara a Lucas a pasear. 

Don Miguel hizo el jardín, (que falta le hacía, el pasto llevaba tres semanas sin que lo cortaran) y se llevó a Lucas al parque. Qué contento se veía Lucas. Me da gusto que la última memoria que tuve de él, haya estado tan contento, porque esa fue la última vez que vi tanto a Lucas como a Don Miguel. Chingue su madre.
Por qué los perros caminan en círculos antes de tumbarse?

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