La viuda negra

Otro cuento de la escuela, chavos. Espero que les guste.

“No aguanto más, señor, véndame una araña

De las venenosas que matan con una mordida.”

“Pero señora, si su vida quiere acabar, brinque de una montaña

porque la araña que usted quiere, aquí está prohibida.”

“Señor, no es este el mercado negro, 

Qué importa la restricción

Yo no diré si usted no dirá, ahora tome mi dinero 

Y concluyamos la transacción.”

“Señora, la araña que usted quiere es altamente peligrosa

Perdone mis precauciones pero no es usted miedosa”

“Señor mis miedos me abandonaron junto con mi virginidad

Pues mi marido, mi primer amante me golpea de verdad

Es para él la araña y su mordida

Busco acabar con su vida y no con la mía

Lleva años pegándome, ya no aguanto más

Deme pues su araña para que pueda estar en paz”

“Pues si está segura

Si eso es lo que quiere

Tenga aquí su cura

No seré el que interfiere

Recuerde mujer si alguien la cuestiona

Usted aquí no compró ni una poltrona”

“Gracias señor, por su amable servicio

Sepa que de mí, no sale el menor canticio

Me voy ahora a terminar la acción

Estoy tan emocionada

Que no sé si es realidad o ficción”

De camino a mi casa comienzo a reflexionar

Acerca de mi dicha, de la vida que voy a comenzar

Me despido de los gritos, los insultos y los golpes

De las mentiras, las violaciones y sus excusas torpes

“No soy yo, es el alcohol

Soy adicto, no lo puedo dejar

Perdón pero adoro el etanol

Aunque prometo que no te vuelvo a pegar”

Todo lo que dice es una falsedad

Y yo me la creo con toda la ingenuidad.

Nunca más, por fin tendré mi libertad

Podré vivir todo lo que me queda por vivir

Con tan solo cuarenta años de edad

Volveré a las fiestas, volveré a salir.

Chale, cuarenta años no son tan pocos.

No, no me puedo cuestionar que así nos volvemos locos.

Llego a mi casa, entro a mi cuarto

Saco la caja de la bolsa y me preparo para el acto.

Respiro profundamente y abro la caja

Y la volteo pero no cae la araña sino pura paja.

La araña sale de la caja y me camina por la mano.

Grito lo suficiente para despertar cualquier humano.

Me muerde, el dolor es inmediato.

Grito otra vez y de un golpe la mato.

Caigo al suelo, me retuerzo en mi cuarto

Y entonces presencio de la araña, su parto.

Mi último suspiro es uno de alivio

Mínimo sé que mi marido tampoco quedará vivo.

Miles de arañitas, al señor morderán

Y así, junto conmigo, mis problemas dormirán.