El Libro de.... Boba Fett?

Esta entrada es especial para mí, porque es mi primera colaboración con el blog fuera de los comentarios que dejo de cuando en cuando y aún más especial por ser sobre un tema que me apasiona: Star Wars y hoy particularmente mi crítica sobre The Book of Boba Fett.

Antes de todo diré que esta crítica es a título personal, y es evidente una alerta de spoiler tremenda así que sin más, comencemos:

En el Libro de Boba Fett (TBoBF) encontramos una serie que usa un personaje del que queríamos ver más desde los años 80, cuando con unos minutos en pantalla en el episodio V nos hacia preguntarnos quién era, que luego en el VI dura otros pocos minutos para ser derrotado, si me lo preguntan, de un modo ridículo; en las series animadas que han venido dando más información y continuidad, nos regalaron momentos épicos en Clone Wars por ejemplo, pero se queda en el camino de darnos un poco más.

La  serie no brilla por el protagonista cuyo nombre aparece en el título, sino por el reparto de apoyo, por los cameos y hasta por el manejo de cámara y el épico tema principal nuevamente a cargo de Ludwig Göransson (la banda sonora la hizo Joseph Shirley).

 Es un fan service total hecho a la medida, peeeeeeero, no a la medida de Fett.

¿Por qué digo esto? porque los primeros cuatro capítulos son lentos, son difíciles de ver por un ritmo evidentemente forzado. ¡Caray! no es que el uso de los 10000 flashsbacks me moleste, me molesta lo torpemente montados que terminan mostrando como resultado final en secuencia sosas y muy olvidables; se sienten estirados de más, como tratando de dar una profundidad que tal vez no exista. Amábamos a Boba Fett por ser ese cazarrecompensas tan bad-ass del episodio V, o ese chico que entrenado por Cad Bane, mostró ser un asesino nato y ahora busca redención.

Esto se percibe desde el inicio con tomas que me recordaron tanto a Ben-Hur de 1959, donde el protagonista caído en desgracia se comienza a redimir por pasar tiempo como esclavo, casi una epifanía. O misma situación que se percibe en el capítulo dos, donde las amplias tomas y los encuadres de la convivencia de Fett con los tusken traen más recuerdos de varias películas o series donde una persona por convivir con los locales, por aprender su cultura y adoptar sus costumbres aprende más sobre sí mismo (El último samurai, Danza con lobos, Pocahontas, etc). No me malinterpreten, el aspecto estético y técnico (música, encuadres, efectos especiales) están cuidadísimos, pero el problema es la historia: no brilla  por sí misma, no brilla por su estructura, no brilla siquiera por Fett.

Los cuatro primeros episodios bien pudieron ser  dos o incluso solo uno, no hay nada  especialmente épico que pueda recordar que me hubiera puesto al filo del asiento, solo se sienten particularmente los guiños y las referencias, algunas apariciones como la primera vez en un live-action de Black Krrsantan (o como he oído en algunos lugares, el Chewbacca negro) o Max Rebo (el elefante azul que aparentemente murió en la  barcaza de Jabba, pero que  resultó que no, que es otro problema); pero incluso los toques cómicos que se intentan dar, dan pena ajena.

 Una presencia arrolladora

En el quinto capítulo, El regreso del Mandaloriano, no aparece Boba Fett, sino como el título adelanta, regresa Din Djiarin, El Mandaloriano. Y este junto al sexto, son los dos episodios que más repercusión, con un ritmo trepidante y una historia que regresa a esa sensación de estar viendo un western, una verdadera película de vaqueros y gangters cargada de acción, drama y mucha nostalgia. En dos capítulos se logran robar la serie completamente, la dirección de la mano de Bryce Dallas Howard y Dave Filoni respectivamente son visibles, es notorio su amor por la saga y sobre todo, por El Mandaloriano, se respira el respeto por los elementos que se han planteado y sobretodo, saben jugar con la nostalgia.

 ¿Quién no sintió la tensión cuando Vizsla reta a Mando por el uso del sable oscuro adjudicando derecho de familia? ¿Quién no se emocionó con la rima de Luke Skywalker corriendo por el bosque con Grogu a sus espaldas como años antes habíamos visto que lo hacía con el Maestro Yoda? ¿Quién no sintió el nudo en la garganta al ver los recuerdos del pequeñín sobre la noche que se ejecutó la Orden 66?  ¿Quién no se conmovió al ver a Mando alejarse de Grogu cuando había llegado con ese regalo mandado a hacer para él? y ese final donde Luke, el maestro, hace elegir a alguien tan joven entre ser un Jedi o seguir a su padre Din y donde de modo simultáneo, en Mos Pelgo, ahora Freetown, aparece de un modo épico Cad Bane, con una referencia más mediante un duelo mexicano y un plano-secuencia digno en homenaje a El bueno, el malo y el feo.

Y esto es justo a lo que me refiero, la presencia de LA NOSTALGIA es la que pesa más que el propio Boba Fett, Howard y Filoni muestran  dos episodios de El Mandaloriano metidos en la serie de Boba haciéndolos más inolvidables aún sin ser su serie. Las apariciones de un (virtualmente) joven maestro Luke, la presencia de Ahsoka Tano, Grogu, Peli Motto, el Naboo starfighter, Cobb Vant... Caray! es que hasta una escena que me recordó a Superman del 76 con Mando en su nueva nave al tiempo que rebasa a una nave de transporte mientras alguien observa sorprendido por la ventana.

Y es aquí donde vuelve esa pregunta: esta es la serie de Boba Fett o el solo fue el gancho para usar ese nombre en el título y presentarnos una historia que bien pudo haber sido cualquier otro personaje?

Un episodio final que debió ser la serie entera

Llegados al último episodio de la serie, titulado En nombre del honor, es una montaña rusa de emociones, y referencias al cine que te pone al filo del asiento: el X-wing de Skywalker, Grogu y Mando reencontrándose, las emboscadas a los esbirros de Fett, el ataque del rancor (estilo King Kong), la aparición de los aldeanos de Freetown, el regreso de Krrsantan (al más puro estilo de los 7 magníficos de Fuqua), el duelo final entre Boba y Cad Bane... todo todo está orquestado para ponerte en una subida y bajada de sensaciones. Justo este ritmo debió ser el que debió tener la serie entera, jugar con todos los elementos y todas las referencias, esas emociones que te hacen gritar o lanzar mínimo un suspiro mientras dices: No mmmmanches! 

Pero todo eso queda como un cierre digno de algo que se manejó de un modo poco menos que esperado; está bellísimamente escrito, pero si me preguntan, siento que da tumbos en la ejecución, que no termina de cuajar al dar una dirección definida: es un episodio cuya idea y guión son impecables, pero cuya ejecución es torpe y se percibe como un excelente episodio en gran medida porque la mayor parte de la serie se mantuvo muy por debajo del nivel que esperábamos. 

La razón salta a la vista  cuando ves los créditos: guión de Filoni y Favreau pero dirección de Robert Rodriguez. Un director de su talla es justo quién en esta serie ha dado un trabajo flojo y casi se siente como forzado a hacerlo por cumplir con un itinerario que por verdadero amor al universo de Star Wars. Es un gran director, pero lo suyo, no es Star Wars. El episodio final es una muestra de los claroscuros que puede llevar una franquicia de la talla de la creada por Lucas. 

Resumiendo, es una  buena serie, pero que se queda muy por debajo de lo que ha venido trabajando el Filoniverse en cuanto a calidad en las historias, pero que se vuelve entretenida por momentos y cuyas joyas son los últimos episodios, donde la carga emocional está a tope y donde, si eres un fan del cine, encontrarás más de un guiño inesperado que te hará esbozar una sonrisa y si eres un fan de hueso colorado de Star Wars te mantendrá entretenido y con ganas de más y si no lo eres, encontrarás una serie que está en un punto de conjunción entre un western, gangsters y space-opera cuya premisa es buena, pero por momentos tiene sus altibajos, siendo tal vez la parte más floja el ritmo de los primeros cuatro episodios pero que cierra con nota alta el final de temporada.

- Fidel Romero



 

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