Ensayo sobre la enseñanza de la historia

Para una clase nos pidieron que escribiéramos un ensayo académico que respondiera a las preguntas: ¿qué quiero enseñar? y ¿para qué? Se trata de mi clase de Enseñanza de la Historia para que se den una idea del contexto. El caso es que yo entendí mal y pensé que el ensayo se entregaba la próxima clase así que escribí algo no muy académico, un poco al aventón, pero que a mí me gustó. Se los comparto pues. No es nada nuevo, nada que no se haya dicho ya en este blog, pero igual creo que está bonito. Ahí les va:


Ensayo: ¿Qué quiero enseñar y para qué?



Estoy estudiando Historia porque quiero ser profesor de Historia, quiero enseñar Historia. Por qué, para qué, son preguntas que todo aspirante a la docencia se tiene que hacer temprano o tarde. Cuando llegue a ser docente, ¿qué quiero enseñar y para qué? En cuanto se empieza a pensar en esa pregunta, uno se puede dar cuenta de su complejidad; qué implica decir que quiero enseñar Historia. ¿Historia de qué? ¿Qué Historia? Y, ¿a quién le quiero enseñar?

Podemos empezar con esa última pregunta, que es la más simple: ¿a qué grado me gustaría enseñar? No es lo mismo ser docente en secundaria, que en preparatoria que en licenciatura o en posgrado. No necesito analizar a profundidad esa pregunta. Quiero dar clases en escuelas, en secundarias y preparatorias. Las asignaturas de Historia Universal e Historia de México. Me gusta trabajar con jóvenes, con adolescentes y creo que es durante la juventud que mayor impacto, mayor diferencia puedo marcar en mis estudiantes, y por último, fue mi profesora de historia de México de secundaria la que me inspiró a estudiar historia, me gustaría inspirar a alguien de esa manera. Sigamos.

¿Qué Historia quiero enseñar? No, no es qué historia. Si bien es cierto que la historia la narran los vencedores y que existe un discurso oficial establecido por el Estado, no se puede decir que exista una sola historia. Y es que justamente a mí me gustaría enseñar más de una sola historia, más de un solo discurso.

Es mi opinión que la utilidad de la materia de historia en la secundaria y en la prepa radica (o al menos debería) no en los contenidos sino en las habilidades que desarrolla, las enseñanzas que el estudiante puede obtener. Una de ellas, argumentativamente de las más importantes, es saber que para todo suceso, tiene varios diferentes recuentos y todo recuento fue escrito por alguien y por consecuencia, tiene sesgos, es subjetivo. En otras palabras, quiero fomentar un escrutinio crítico de fuentes, quiero que los estudiantes desarrollen pensamiento crítico. Creo que una manera de hacerlo es mostrando fuentes distintas que describan el mismo evento pero con información contradictoria o con datos extremadamente exagerados para que los estudiantes puedan ver por su propia cuenta que no pueden confiar ciegamente en las fuentes de información; que entiendan la importancia de consultar varias fuentes y de tomarse la información de quién viene, es decir, de poder interpretar los posicionamientos y las posturas políticas de los autores para comprender mejor la información presentada.

Además, la asignatura de Historia debería de, idealmente, desarrollar el hábito de lectura y de escritura (que por consecuencia fortalecería la ortografía de los estudiantes) a través de las tareas, los ejercicios, los trabajos y las evaluaciones así como la habilidad de llevar a cabo una investigación histórica (y lo que esto implica: búsqueda de fuentes, estado de la cuestión, redactar preguntas de investigación, etc.) hablar en público que parece que es un miedo cada vez más presente en las más recientes generaciones, argumentar y defender ideas. La asignatura de historia tiene el potencial de ayudar a los estudiantes a desarrollar habilidades útiles independientemente de lo que vayan a hacer con sus vidas posteriormente, sin embargo es vista como una materia inútil e innecesaria, los profesores generalmente enseñan solamente los contenidos que consideran necesarios.

La enseñanza de la historia en la práctica consiste en una serie de ejercicios de memorización (que tampoco es una habilidad inútil ni debería abandonarse) que permiten justificar las acciones del gobierno actual y que supuestamente deberían de desarrollar una memoria colectiva en los estudiantes, una noción de identidad nacional basada en un pasado compartido que fomente un amor por la patria, una identidad nacionalista; el discurso oficial de un pasado glorioso que unifica a todos los ciudadanos, a todos los integrantes de una nación, de un país, para facilitar el civismo y para que “si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo”, cada mexicano y mexicana quiera defender a su país y esté dispuesto o dispuesta a sacrificar hasta su vida por él. Mientras no considero que estas aportaciones no tengan su valor, sí creo que no se ha logrado este objetivo y aún si se lograse, no se debería quedar ahí la enseñanza de la historia.

No se debe menospreciar la habilidad para memorizar que tiene su utilidad en la vida diaria además de fortalecer las capacidades mentales. Igualmente es importante desarrollar desde la juventud una noción de identidad nacional con cierto grado de nacionalismo porque el Estado busca formar ciudadanos y ciudadanas que quieran lo mejor para su país y que trabajen para mejorarlo. Al menos, eso debería de querer el Estado y eso no es algo negativo. Al final del día, si la población ama su país, busca mejorarlo, todos salimos beneficiados. Surge un problema cuando ese nacionalismo se va al extremo y llega a la creencia de superioridad nacional y desprecio hacia otras naciones. Eso no debería de provocar el estudio de la historia sino todo lo contrario.

La Historia debe de ser enseñada de tal manera que los estudiantes crean y sepan que el cambio es posible y que ellos mismos lo pueden lograr como actores históricos; no necesitan héroes nacionales para lograrlo; necesitan entender el valor del trabajo colectivo social para lograr el cambio que se busca, la justicia; necesitan comprender que las diferencias raciales realmente no existen o son meramente superficiales y que cada nación tiene un valor que puede aportar.

La Historia debe servir también para comprender procesos, para comprender el pasado que nos trajo al presente y para comprender las acciones de quienes lo moldearon, no para juzgar a esos personajes históricos, sino para comprenderlos. Comprender por qué actuaron de esa manera y quiénes fueron esas personas. Al comprenderlos, el estudiante desarrollaría la empatía y así, indirectamente la Historia aumentaría este valor, tan carente en nuestra sociedad por momentos.

Al final del día lo que uno quiere enseñar, es lo que uno cree que se debería enseñar. Definitivamente considero que debería haber un cambio en la enseñanza de la historia pero me parece que no es necesariamente lo que se enseña en clase de historia lo que tiene que cambiar sino la manera en la que se enseña.

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